viernes, 14 de marzo de 2014

Ante el desastre educativo, otra poción de la receta neoliberal

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Francisco Torres Montealegre
Secretario de relaciones Internacionales
Fecode


El estudio de COMPARTIR, “Tras la excelencia docente ¿cómo mejorar la calidad de la educación para todos los colombianos?”, que ha acogido el presidente Santos como política de estado, cubre con un piadoso manto de olvido los aspectos principales del problema educativo.
Olvido de las imposiciones de las agencias internacionales al servicio de Estados Unidos. Olvido de la política que en consonancia con los mandatos imperiales han desarrollado los gobiernos de Santos, Uribe, Pastrana, Samper y Gaviria, para sólo señalar los últimos, que ha azotado la educación con privatización, promoción automática, rectores convertidos en gerentes, colegios en empresas, estándares y competencias, destrucción del preescolar, negación de la jornada única, hacinamiento de estudiantes y persecución a la autonomía educativa. Olvido del recorte de los recursos perpetrada en dos reformas constitucionales. Olvido de la brutal disminución de los salarios de los maestros con el 1278.
Nos dicen: hoy estamos –nuevamente- ante el primer momento de la creación, esta es la receta. Tal y cual lo dijeron cuando impusieron todas y cada una de las reformas educativas anteriores, ante las cuales, al igual que ahora, sufrieron de amnesia repentina cuando fueron a imponer la siguiente.
La respuesta del estudio a la cadena de fracasos y desastres originados por la política educativa de las Agencias Internacionales y el Gobierno Nacional es sencilla: de eso mejor no hablemos. El desastre aún fresco de la pruebas PISA parece que surgió de un cielo azul: nunca hubo ministros y presidentes que rigieran la política educativa. Jamás anduvieron por los pasillos del Ministerio los funcionarios de las agencias internacionales dando órdenes con el señuelo del desembolso de los créditos.
El estudio reconoce lo mal que está la educación y, al mismo tiempo, avala la política educativa que lo ha causado. A sus ojos el Estatuto Docente 1278 es un importante avance ¿si es tan bueno por qué andamos tan mal? El hacinamiento no hace daño, no tiene interés la apocalíptica promoción automática.
Enfatiza en los métodos como aspecto principal de la formación docente con total desprecio por la profundización en los contenidos disciplinares. Los maestros hemos estado agobiados inútilmente desde hace decenios por cursos de didáctica. Las facultades de educación han caído en el absolutismo obsesivo de la metodología. Y eso ha afectado dramáticamente el nivel. Las recomendaciones sobre educación superior van dirigidas a incentivar los subsidios a la oferta en la educación superior para maestros. Esa política en el marco de los TLC busca que los recursos públicos vayan a los monopolios extranjeros.
Se llega a la misma conclusión de siempre: el problema son los maestros. Nada nuevo bajo el sol neoliberal. Sólo que ahora lo dicen al revés para engañarnos: la solución son los maestros. Y a renglón seguido se dictamina la salida en masa de los antiguos maestros, arrojarlos como un bagazo después de exprimirlo. Se plantean unos aumentos para el 1278: 6% durante tres años, bonificaciones monetarias y no monetarias (que no son salario y pueden desaparecer en cualquier momento), presentadas como si se les estuviera reconociendo a los docentes salarios decentes y se defiende -¡oh paradoja!- la evaluación de competencias que es el instrumento para que no se pueda ascender. Se recomienda un aumento de la inversión de apenas el 0,2% del PIB, que saldría del mismo SGP -que no alcanza actualmente-, de los salarios de los docentes del 2277 que retiren, impuesto a las transacciones bancarias, entre otras, que mayoritariamente irían a subsidios a la oferta.  
Se habla tangencialmente de jornada única sin mejora verdadera de los sueldos, sin aumento de la planta docente y sin plan de construcciones escolares.

 Los maestros, en contravía de lo que plantea el estudio y es política de Estado para Santos, sostenemos: no es posible buena educación sin educación pública; no es posible buena educación sin autonomía educativa: no es posible la resolución de la crisis sin modificar la política educativa que la ha causado; no es posible mejorar la educación sin aumentar ostensiblemente la financiación; no es posible dar la mejor educación sin que la educación superior forme los futuros maestros en el conocimiento científico; no es posible una educación del más alto nivel sin buenos salarios y reconocimiento de los derechos laborales. 

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