Francisco
Torres Montealegre
Secretario
de relaciones Internacionales
Fecode
El estudio de COMPARTIR, “Tras la excelencia docente ¿cómo
mejorar la calidad de la educación para todos los colombianos?”, que ha acogido
el presidente Santos como política de estado, cubre con un piadoso manto de olvido
los aspectos principales del problema educativo.
Olvido de las imposiciones de las agencias internacionales al
servicio de Estados Unidos. Olvido de la política que en consonancia con los
mandatos imperiales han desarrollado los gobiernos de Santos, Uribe, Pastrana, Samper
y Gaviria, para sólo señalar los últimos, que ha azotado la educación con privatización,
promoción automática, rectores convertidos en gerentes, colegios en empresas, estándares
y competencias, destrucción del preescolar, negación de la jornada única,
hacinamiento de estudiantes y persecución a la autonomía educativa. Olvido del
recorte de los recursos perpetrada en dos reformas constitucionales. Olvido de
la brutal disminución de los salarios de los maestros con el 1278.
Nos dicen: hoy estamos –nuevamente- ante el primer momento de
la creación, esta es la receta. Tal y cual lo dijeron cuando impusieron todas y
cada una de las reformas educativas anteriores, ante las cuales, al igual que
ahora, sufrieron de amnesia repentina cuando fueron a imponer la siguiente.
La respuesta del estudio a la cadena de fracasos y desastres
originados por la política educativa de las Agencias Internacionales y el
Gobierno Nacional es sencilla: de eso mejor no hablemos. El desastre aún fresco
de la pruebas PISA parece que surgió de un cielo azul: nunca hubo ministros y
presidentes que rigieran la política educativa. Jamás anduvieron por los
pasillos del Ministerio los funcionarios de las agencias internacionales dando
órdenes con el señuelo del desembolso de los créditos.
El estudio reconoce lo mal que está la educación y, al mismo
tiempo, avala la política educativa que lo ha causado. A sus ojos el Estatuto
Docente 1278 es un importante avance ¿si es tan bueno por qué andamos tan mal? El
hacinamiento no hace daño, no tiene interés la apocalíptica promoción
automática.
Enfatiza en los métodos como aspecto principal de la
formación docente con total desprecio por la profundización en los contenidos
disciplinares. Los maestros hemos estado agobiados inútilmente desde hace
decenios por cursos de didáctica. Las facultades de educación han caído en el
absolutismo obsesivo de la metodología. Y eso ha afectado dramáticamente el
nivel. Las recomendaciones sobre educación superior van dirigidas a incentivar
los subsidios a la oferta en la educación superior para maestros. Esa política
en el marco de los TLC busca que los recursos públicos vayan a los monopolios extranjeros.
Se llega a la misma conclusión de siempre: el problema son
los maestros. Nada nuevo bajo el sol neoliberal. Sólo que ahora lo dicen al
revés para engañarnos: la solución son los maestros. Y a renglón seguido se
dictamina la salida en masa de los antiguos maestros, arrojarlos como un bagazo
después de exprimirlo. Se plantean unos aumentos para el 1278: 6% durante tres
años, bonificaciones monetarias y no monetarias (que no son salario y pueden
desaparecer en cualquier momento), presentadas como si se les estuviera
reconociendo a los docentes salarios decentes y se defiende -¡oh paradoja!- la evaluación
de competencias que es el instrumento para que no se pueda ascender. Se
recomienda un aumento de la inversión de apenas el 0,2% del PIB, que saldría del
mismo SGP -que no alcanza actualmente-, de los salarios de los docentes del
2277 que retiren, impuesto a las transacciones bancarias, entre otras, que
mayoritariamente irían a subsidios a la oferta.
Se habla tangencialmente de jornada única sin mejora
verdadera de los sueldos, sin aumento de la planta docente y sin plan de
construcciones escolares.
Los maestros, en contravía de lo que plantea
el estudio y es política de Estado para Santos, sostenemos: no es posible buena
educación sin educación pública; no es posible buena educación sin autonomía
educativa: no es posible la resolución de la crisis sin modificar la política
educativa que la ha causado; no es posible mejorar la educación sin aumentar ostensiblemente
la financiación; no es posible dar la mejor educación sin que la educación superior
forme los futuros maestros en el conocimiento científico; no es posible una
educación del más alto nivel sin buenos salarios y reconocimiento de los
derechos laborales.
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